ORIGEN DE LA ADVOCACIÓN

Al parecer, los orígenes de ésta nueva advocación hacia la Virgen de la Soledad se encuentran en la piedad popular, en la creencia de que la Virgen, entre la consumación de la Pasión y Resurrección, vivió retirada, en completa Soledad, en un lugar próximo al Calvario, donde más tarde, se erigiría una capilla en recuerdo de la estancia de María. Así, los pregrinos a su vuelta de Tierra Santa, relataban las emociones experimentadas en el lugar que vivió la Virgen y la desolación del luto que se estrena. 
Paulatinamente, esta devoción fue arraigándose en Europa, y ya en el siglo XIII, el arte comenzó a representar a la Virgen en su Soledad, recordando, en aquellos tres días inacabables, los sufrimientos que la habían afligido en su existencia. 
Dolor en su Soledad, expresan lo terrible de la advocación. Son dos palabras que nos asustan, pero que fueron la más constante compañía de María. Así, de este modo, la imagen de la Soledad, se ajusta plenamente a la iconografía que representa: con sus manos juntas, cerrando así el círculo que cobija los recuerdos que afligen a María y aislándola de su entorno para hacer más ostensible su Soledad. Su cabeza se humilla y mantiene los ojos bajos, absortos en su rememorar.
La Virgen une sus manos y aprieta los dedos en un gesto de patetismo supremo. Este gesto es propio de la desesperación. Cruzar y descruzar los dedos acaba siendo todo un símbolo del sentimiento que aflige a María. 
Las manos enlazadas en la Virgen son un lenguaje simbólico de gestos que expresan el dolor de una madre que ha perdido a su Hijo para siempre. Es, también, gest6o de todo amor y todo dolor, de impotencia ante el sufrimiento de cristo. Se trata de que las manos expresen el deseo de estar atadas como las de su hijo. Las manos de María hablan de forma más expresiva que cualquier palabra. 
Asimismo, porta la Virgen los instrumentos de la Crucifrixión de Cristo y que no son otros que la Corona de Espinas pendiendo de sus muñecas y la Cruz que enarbola en la trasera del paso. 
La Virgen sostiene la corona de espinas que le han entregado al llevar a Cristo al Sepulcro. Estas espinas se clavan en sus manos y el mismo instrumento de suplicio sirve para la madre y el hijo. 
El trono, la riqueza del manto resaltan la humildad, la sencillez y la belleza de un rostro perfecto, sereno, sencillo y frágil, destrozado por el dolor. Un rostro que se expresa con el llanto y que tiene un perfecto correlato en las manos. 
La Virgen de la Soledad es, sin duda, la mejor fotografía de la Madre de Dios. 

Manuel Zurera Caballero 
Hermano Mayor de la Cofradía de María Santísima de la Soledad 
(Apuntes sobre la historia de la cofradía)

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